1. Origen de las políticas para el desarrollo sustentable
La
cuestión ambiental contemporánea se inició con la Revolución Industrial,
derivada de los problemas de contaminación y depredación, producto de un modo
de producción en continua expansión. Sin embargo, no fue hasta la década del 60
que la cuestión ambiental se convirtió en crítica debido a un aumento
exponencial de la población mundial y del consumo en los países desarrollados.
La
primera interpretación de esta crisis llevó a concluir que ante los límites
físicos que el planeta imponía al crecimiento ilimitado, la única salida era
detener el crecimiento tanto poblacional como económico para lograr un
equilibrio global.
Los
países del Tercer Mundo reaccionaron indicando que los problemas de
contaminación eran problemas del Primer Mundo, derivados de su alto nivel de
consumo. Definieron, los países en vías de desarrollo, que su principal
problema era la pobreza y que si se
limitaba el crecimiento, la catástrofe en la que ya se encontraban sería
permanente. El cambio según esta perspectiva debía ser radical, porque el
problema se encontraba en las bases mismas del modo de producción capitalista.
La
Organización de las Naciones Unidas, por su parte, convocó a la primera conferencia
mundial sobre el medio humano, desde donde se delineó una estrategia que reconciliaba,
por primera vez, conservación y desarrollo. Entendía que los países del Tercer
Mundo debían promover el desarrollo para superar el flagelo de la pobreza, y que
eso a su vez contribuiría a detener el crecimiento poblacional.
Entre
estas tres posiciones, luego de una década y media de discusiones y en un
contexto de fuertes trasformaciones económicas, políticas y ambientales, se
arribó a un consenso que quedó plasmado en la propuesta de desarrollo
sustentable de la ONU. El desarrollo sustentable buscaba un crecimiento
económico sostenible, social y ambientalmente.
La
posición de la ONU es antropocentrista y desarrollista, de esta manera el
cuidado de los recursos naturales no constituye un fin en sí mismo, sino un
medio para favorecer el desarrollo y la mejora de las condiciones de vida de la
población. Reconoce que en el mundo hay países ricos y países pobres, y que
mientras los primeros deben invertir en el uso de tecnologías
limpias,
los segundos deben plantearse el crecimiento económico como su principal
objetivo para combatir el flagelo de la pobreza. La pobreza, desde esta
perspectiva, aparece como problema en sí y como causa de problemas ecológicos.
Para
la ONU, el crecimiento económico y la conservación de la naturaleza son
objetivos compatibles. Es más, conseguir el primero es necesario para la
consecución del segundo, dado que mientras haya pobres, estos generarán
problemas ambientales presionados por sus necesidades.
Finalmente
la propuesta de desarrollo sustentable, aprobada por la ONU en 1987, fue la
resultante de una década y media de discusiones que culminaron en un consenso
plasmado en lo que se denominó Informe Brundtland
Se
entiende por desarrollo sustentable, precisa el Informe Brundtland, “aquel que
garantiza las necesidades del presente sin comprometer las posibilidades de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. En este sentido,
el desarrollo sustentable implica el cumplimiento de tres objetivos: desarrollo
económico, conservación de la naturaleza y bienestar social.
El
desarrollo económico, en la propuesta de desarrollo sustentable, es
indispensable para cumplir con el objetivo de conservación de la naturaleza. El
desarrollo económico debe de tener como objetivo central la equidad. Ya que de
no estar satisfechas las necesidades básicas de la población, la pobreza
generaría efectos sobre el ambiente, además de crecimiento poblacional. Sin
embargo, reconocía que el crecimiento en sí mismo no era garantía de
disminución de la pobreza. En este sentido, la equidad social debía lograrse a
partir de una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones y de la
democratización del sistema internacional. Es decir, el desarrollo sustentable
busca un desarrollo económico duradero, para el cual resulta necesario atender
los requerimientos sociales y ambientales. La propuesta, queda claro, no pone
en cuestión las relaciones de producción capitalistas.
2. El desarrollo sustentable y el modelo de producción capitalista
Un
modelo de desarrollo que persiga aumentar la producción sin tener en cuenta la
sostenibilidad de los recursos, tarde o temprano, provocará la caída de la
productividad y generará graves problemas medioambientales. Por otra parte, la
conciencia sobre los límites naturales ha evidenciado también que el modelo de
producción y consumo de los países más industrializados no es algo que puedan
hacer los países menos desarrollados, ya que en el caso de generalizarse
excedería la capacidad de regeneración del planeta. Por eso, en las últimas
décadas se ha propuesto un nuevo enfoque de actividad productiva basada en la
idea de desarrollo sostenible o, lo
que es lo mismo, en un desarrollo que satisface las
necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las
generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Esta visión
conlleva varios principios básicos:
·
Recolección sostenible. Tender hacia un uso de los recursos
adaptado a las tasas de renovación de los mismos.
·
Emisión sostenible. Adaptar las emisiones a la capacidad de asimilación del
ecosistema.
·
Principio de precaución. Implica el conocimiento y la
demostración previa de la idoneidad ambiental de un producto, proceso o
tecnología antes de ser adoptado.
Sin
embargo, cuando se han exigido mejoras ambientales, nos hemos encontrado muchas
veces con la amenaza del cierre empresarial o de reducciones salariales.
También en algunos sectores, los propios trabajadores identifican
equivocadamente políticas de calidad ambiental con riesgo de pérdida de puestos
de trabajo. Nada más lejos de la realidad.
Una
empresa no respetuosa con el medio ambiente es a medio plazo inviable. En la
Unión Europea y en el resto de países desarrollados se está produciendo una
clara tendencia hacia la prevención de la contaminación y el aumento de la
eficacia de los procesos productivos. Se promueve el ahorro de materias primas,
energía y agua, así como la eliminación de productos tóxicos o su sustitución
por otros menos dañinos y la minimización de los residuos. La finalidad última
es conseguir productos de calidad desde un punto de vista ambiental.
El
respeto al medio ambiente, por tanto, no sólo no es contradictorio con el
empleo sino que cada vez es más estrecha la relación entre producción limpia y
viabilidad de las empresas, puesto que al utilizar racionalmente los recursos naturales se garantiza el poder
seguir abasteciendo de insumos a las
actividades manufactureras.
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